El género en el cerebro

Las diferencias neurofisiológicas entre el cerebro masculino y el femenino son notables, y si bien no es posible afirmar que de ellas depende la eficacia en los ámbitos laborales, de hecho, constantemente repito que la inteligencia y el talento o, a la inversa, la ineptitud y la mediocridad no tienen género, resulta interesante estudiar las condiciones que predisponen tanto al hombre como a la mujer para procesar la información de una forma determinada para decidir y actuar en consecuencia.


No se puede afirmar que exista un cerebro unisex, ya que hombres y mujeres nacen con circuitos que los caracterizan como pertenecientes a uno u otro género. Así lo expresa la Dra. María Gudín en su libro Cerebro y afectividad: “No tenemos un cerebro unisex, sino que es masculino o femenino desde el desarrollo embrionario. 

La diferenciación sexual entre hombre y mujer se produce a nivel genético desde el momento del desarrollo embrionario.


Son los genes, XX para la mujer y XY para el hombre, los que van a iniciar la diferenciación sexual”. Como vemos, las primeras diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer se inician en el ámbito intrauterino. Ello ocurre a las 8 semanas de gestación. Antes de este tiempo, los embriones masculinos y femeninos son prácticamente iguales. 

El desarrollo de las características masculinas está determinado por un gen que es exclusivo del cromosoma Y, que genera la transformación de las gónadas del embrión en testículos.


Si este cromosoma no está presente, se desarrollan los ovarios. A partir de la semana 8, la acción de las hormonas sexuales causa la diferencia de género en el cerebro, tanto en la morfología como en las funciones, por ello, hombres y mujeres nacen con circuitos que los caracterizan como tales. Estas diferencias no tienen relación alguna con la inteligencia, sino con la forma de percibir y procesar la información sensorial que ingresa al cerebro.


Los especialistas en el tema sostienen que el sexo determina diferencias en el comportamiento y que las más evidentes tienen que ver con el sistema endócrino, ya que si bien hombres y mujeres segregan andrógenos (hormonas masculinas) y estrógenos (hormonas femeninas), lo hacen en cantidades diferentes, por lo tanto, un tipo de hormona predomina sobre el otro en cada sexo. 

Como el sistema hormonal tiene una enorme influencia en la morfología cerebral, el cerebro masculino se organiza de manera diferente del femenino, lo cual conlleva un procesamiento distinto de la información que impacta en la emotividad, la conducta y la toma de decisiones. 

Así lo expresa el reconocido científico español Francisco Rubia al analizar el rol de la testosterona (hormona masculina): “la influencia hormonal es básica a la hora de conformar el mapa cerebral, y un mayor nivel de testosterona se relaciona directamente con un mayor desarrollo del hemisferio cerebral derecho, el que dependen las habilidades visuales, espaciales y geométricas, precisamente, aquellas en las que diversos experimentos atribuyen mayor capacidad promedio entre los varones”.

A su vez, y debido al fenómeno de plasticidad neuronal (el cerebro cambia constantemente como resultado del aprendizaje y la experiencia) no es posible configurar un único patrón que pueda explicar exhaustivamente por qué hombres y mujeres piensan y actúan en forma diferente. 

Lo que sí podemos hacer es identificar las variables bajo estudio y emprender un conjunto de investigaciones que brinden respuestas a los interrogantes que se plantean, por ejemplo, cuáles son las diferencias anatómicas que pueden ayudarnos a comprender por qué hombres y mujeres eligen trabajos diferentes y tienen estilos diferentes. De momento y con el objetivo de introducir al lector en el tema, seleccionaré algunas de las diferencias identificadas por la neurobiología:

La capacidad para memorizar es mayor en el cerebro femenino, principalmente la fijación de recuerdos con contenidos emocionales. 

Durante una investigación dirigida por Thomas Crook (uno de los principales especialistas en el mundo sobre el deterioro de la memoria) en la que participaron más de 50.000 personas, las mujeres revelaron mayor capacidad para recordar listas, como así también para asociar el nombre de una persona con su rostro. 

También ha sido comprobado que la mujer puede evocar recuerdos emocionales más rápidamente que el hombre y que los fija con mayor permanencia en el tiempo, por ejemplo, en un experimento en el que se estudió la activación cerebral en un grupo expuesto a estímulos visuales de contenido emocional neutro o negativo, los primeros eran recordados más vívidamente por las mujeres.

La amígdala según el género 

La amígdala desempeña un rol activo en la vida emocional de ambos sexos y es más grande en el cerebro masculino. Sin embargo, ante estímulos de contenido idéntico o similar, tiene mayor activación en el cerebro femenino.

En otra investigación se analizó la activación cerebral mientras participantes de ambos sexos miraban videos con dos tipos de contenidos: aversivos y neutrales. La respuesta femenina fue más intensa en el caso de los aversivos, en las mujeres se activaba en mayor medida la amígdala izquierda, mientras que en los hombres se activaba la amígdala derecha.

Cabe señalar que en las mujeres el nivel de actividad en la amígdala izquierda se correlaciona fuertemente con la probabilidad de que el evento emotivo sea recordado, mientras que la actividad en la amígdala derecha no está relacionada con la fijación del recuerdo. 

En el cerebro femenino las regiones involucradas en la reacción emocional coinciden con las áreas que participan en la codificación de la memoria episódica, lo cual contribuye a explicar por qué la mujer tiene mayor facilidad para evocar recuerdos emocionales con mayor intensidad y detalle vivencial que el hombre.

 El cerebro de la mujer está mejor estructurado para la empatía emocional (que es una condición imprescindible para liderar), mientras que el masculino es más eficiente en lo relacionado con el pensamiento lineal y sistémico. 

Empatía emocional

La empatía emocional se puede observar con mucha claridad en las mujeres desde que son muy pequeñas: las niñas que aún no han cumplido un año captan los estados de angustia o tristeza de otras personas más que los varones y ello se refleja en su conducta. Normalmente se acercan y actúan cariñosamente con quienes perciben que están tristes o angustiados. 

En el caso de los recién nacidos, las niñas responden más que los varones cuando escuchan los llantos de otros bebés. Esta aptitud natural (el cerebro femenino es superior al masculino en la cantidad de neuronas espejo, por lo tanto, es más empático y más comunicativo) también puede explicar el efecto de contagio emocional que se observa entre mujeres.

El cerebro masculino muestra superioridad en el desarrollo de las áreas visuoespaciales. Si bien este desarrollo ha sido observado con neuroimágenes, la superioridad del hombre en estas habilidades también ha sido corroborada mediante investigaciones sobre la rotación mental y el manejo de habilidades de ubicación y percepción espacial de los objetos.

Durante una investigación, se observó que las mujeres necesitan más tiempo que los hombres para darle forma a los objetos mentalmente.
Si bien llegaban acertadamente a la respuesta, necesitaron más tiempo para hacerlo. Esta característica neurobiológica (que algunos especialistas consideran resultado del fenómeno de neuroplasticidad asociado a la evolución) le otorga ventaja a los hombres para las actividades que requieren del pensamiento analítico relacionado con el procesamiento de este tipo de información, caso de los controladores aéreos, por ejemplo. También demostraron superioridad para interceptar proyectiles o dirigirlos hacia el blanco.


En el caso de la interpretación de mapas, se comprobó que el hombre es más veloz debido, precisamente, a su habilidad visuoespacial. Las mujeres tienden a utilizar los dos hemisferios cerebrales ante tareas complejas.

Este patrón de actividad explicaría por qué tienen una visión más abarcativa de una situación determinada, y los hombres, una visión más focalizada. 

Si nos concentramos en el análisis de la configuración neuronal, podemos inferir que la mujer contemplará mayor variedad de fundamentos a la hora de analizar alternativas porque está dotada biológicamente para incorporar mayor cantidad de “insumos” (datos, experiencias, información).

Por ejemplo, ante una expresión sencilla: “este objeto es un lápiz de color rojo”, el hombre asume rápidamente que es de color rojo, no azul, y que sirve para escribir. La mujer puede pensar: “es de color rojo, no azul, sirve para escribir… mejor que sea rojo, que es el color preferido de los chinos y con ellos tenemos la reunión el martes. Además, es un color agresivo mientras que el azul es frío, sí, debería hablar con el arquitecto para que modifique la decoración del salón, hay demasiado azul en los tapizados”. 

Las zonas cerebrales relacionadas con el impulso sexual son 2,5 veces mayores en el cerebro masculino. Esta diferencia morfológica, en términos de los especialistas, explica porqué los pensamientos sexuales están más activos en el cerebro masculino que en el femenino. Se calcula que la diferencia puede ser de 4 a 1 en un día y ello influye en la percepción, consecuentemente, en la construcción de la realidad.

Las zonas cerebrales relacionadas con la agresión son mayores en el cerebro masculino,  diferencia que, sumada a las influencias culturales, puede explicar por qué razón son más comunes las peleas a nivel corporal entre hombres, que suelen resolver sus conflictos de ese modo, y por qué los líderes masculinos se manejan con más comodidad cuando las luchas competitivas entre empresas son feroces.

La mujer nace especialmente dotada para el desarrollo de habilidades sociales y de comunicación. La facilidad de la mujer para comunicarse se revela en los primeros tres meses de vida.  

En los varones, las zonas cerebrales relacionadas con esta habilidad, como así también las que se ocupan de captar las expresiones en los rostros y percibir tonos emocionales en las voces no se desarrolla en forma tan temprana. Asimismo, la abundancia de testosterona durante el desarrollo puede explicar por qué quedan afectados algunos neurocircuitos relacionados con las habilidades para desarrollar relaciones sociales.

Algunos científicos atribuyen a las diferencias cerebrales el hecho de que el estilo de comunicación e interacción del hombre sea tan diferente al de la mujer.

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El género en el cerebro

 

Las diferencias neurofisiológicas entre el cerebro masculino y el femenino son notables, y si bien no es posible afirmar que de ellas depende la eficacia en los ámbitos laborales, de hecho, constantemente repito que la inteligencia y el talento o, a la inversa, la ineptitud y la mediocridad no tienen género, resulta interesante estudiar las condiciones que predisponen tanto al hombre como a la mujer para procesar la información de una forma determinada para decidir y actuar en consecuencia.


No se puede afirmar que exista un cerebro unisex, ya que hombres y mujeres nacen con circuitos que los caracterizan como pertenecientes a uno u otro género. Así lo expresa la Dra. María Gudín en su libro Cerebro y afectividad: “No tenemos un cerebro unisex, sino que es masculino o femenino desde el desarrollo embrionario. 

La diferenciación sexual entre hombre y mujer se produce a nivel genético desde el momento del desarrollo embrionario.


Son los genes, XX para la mujer y XY para el hombre, los que van a iniciar la diferenciación sexual”. Como vemos, las primeras diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer se inician en el ámbito intrauterino. Ello ocurre a las 8 semanas de gestación. Antes de este tiempo, los embriones masculinos y femeninos son prácticamente iguales. 

El desarrollo de las características masculinas está determinado por un gen que es exclusivo del cromosoma Y, que genera la transformación de las gónadas del embrión en testículos.


Si este cromosoma no está presente, se desarrollan los ovarios. A partir de la semana 8, la acción de las hormonas sexuales causa la diferencia de género en el cerebro, tanto en la morfología como en las funciones, por ello, hombres y mujeres nacen con circuitos que los caracterizan como tales. Estas diferencias no tienen relación alguna con la inteligencia, sino con la forma de percibir y procesar la información sensorial que ingresa al cerebro.


Los especialistas en el tema sostienen que el sexo determina diferencias en el comportamiento y que las más evidentes tienen que ver con el sistema endócrino, ya que si bien hombres y mujeres segregan andrógenos (hormonas masculinas) y estrógenos (hormonas femeninas), lo hacen en cantidades diferentes, por lo tanto, un tipo de hormona predomina sobre el otro en cada sexo. 

Como el sistema hormonal tiene una enorme influencia en la morfología cerebral, el cerebro masculino se organiza de manera diferente del femenino, lo cual conlleva un procesamiento distinto de la información que impacta en la emotividad, la conducta y la toma de decisiones. 

Así lo expresa el reconocido científico español Francisco Rubia al analizar el rol de la testosterona (hormona masculina): “la influencia hormonal es básica a la hora de conformar el mapa cerebral, y un mayor nivel de testosterona se relaciona directamente con un mayor desarrollo del hemisferio cerebral derecho, el que dependen las habilidades visuales, espaciales y geométricas, precisamente, aquellas en las que diversos experimentos atribuyen mayor capacidad promedio entre los varones”.

A su vez, y debido al fenómeno de plasticidad neuronal (el cerebro cambia constantemente como resultado del aprendizaje y la experiencia) no es posible configurar un único patrón que pueda explicar exhaustivamente por qué hombres y mujeres piensan y actúan en forma diferente. 

Lo que sí podemos hacer es identificar las variables bajo estudio y emprender un conjunto de investigaciones que brinden respuestas a los interrogantes que se plantean, por ejemplo, cuáles son las diferencias anatómicas que pueden ayudarnos a comprender por qué hombres y mujeres eligen trabajos diferentes y tienen estilos diferentes. De momento y con el objetivo de introducir al lector en el tema, seleccionaré algunas de las diferencias identificadas por la neurobiología:

La capacidad para memorizar es mayor en el cerebro femenino, principalmente la fijación de recuerdos con contenidos emocionales. 

Durante una investigación dirigida por Thomas Crook (uno de los principales especialistas en el mundo sobre el deterioro de la memoria) en la que participaron más de 50.000 personas, las mujeres revelaron mayor capacidad para recordar listas, como así también para asociar el nombre de una persona con su rostro. 

También ha sido comprobado que la mujer puede evocar recuerdos emocionales más rápidamente que el hombre y que los fija con mayor permanencia en el tiempo, por ejemplo, en un experimento en el que se estudió la activación cerebral en un grupo expuesto a estímulos visuales de contenido emocional neutro o negativo, los primeros eran recordados más vívidamente por las mujeres.

La amígdala según el género 

La amígdala desempeña un rol activo en la vida emocional de ambos sexos y es más grande en el cerebro masculino. Sin embargo, ante estímulos de contenido idéntico o similar, tiene mayor activación en el cerebro femenino.

En otra investigación se analizó la activación cerebral mientras participantes de ambos sexos miraban videos con dos tipos de contenidos: aversivos y neutrales. La respuesta femenina fue más intensa en el caso de los aversivos, en las mujeres se activaba en mayor medida la amígdala izquierda, mientras que en los hombres se activaba la amígdala derecha.

Cabe señalar que en las mujeres el nivel de actividad en la amígdala izquierda se correlaciona fuertemente con la probabilidad de que el evento emotivo sea recordado, mientras que la actividad en la amígdala derecha no está relacionada con la fijación del recuerdo. 

En el cerebro femenino las regiones involucradas en la reacción emocional coinciden con las áreas que participan en la codificación de la memoria episódica, lo cual contribuye a explicar por qué la mujer tiene mayor facilidad para evocar recuerdos emocionales con mayor intensidad y detalle vivencial que el hombre.

 El cerebro de la mujer está mejor estructurado para la empatía emocional (que es una condición imprescindible para liderar), mientras que el masculino es más eficiente en lo relacionado con el pensamiento lineal y sistémico. 

Empatía emocional

La empatía emocional se puede observar con mucha claridad en las mujeres desde que son muy pequeñas: las niñas que aún no han cumplido un año captan los estados de angustia o tristeza de otras personas más que los varones y ello se refleja en su conducta. Normalmente se acercan y actúan cariñosamente con quienes perciben que están tristes o angustiados. 

En el caso de los recién nacidos, las niñas responden más que los varones cuando escuchan los llantos de otros bebés. Esta aptitud natural (el cerebro femenino es superior al masculino en la cantidad de neuronas espejo, por lo tanto, es más empático y más comunicativo) también puede explicar el efecto de contagio emocional que se observa entre mujeres.

El cerebro masculino muestra superioridad en el desarrollo de las áreas visuoespaciales. Si bien este desarrollo ha sido observado con neuroimágenes, la superioridad del hombre en estas habilidades también ha sido corroborada mediante investigaciones sobre la rotación mental y el manejo de habilidades de ubicación y percepción espacial de los objetos.

Durante una investigación, se observó que las mujeres necesitan más tiempo que los hombres para darle forma a los objetos mentalmente.
Si bien llegaban acertadamente a la respuesta, necesitaron más tiempo para hacerlo. Esta característica neurobiológica (que algunos especialistas consideran resultado del fenómeno de neuroplasticidad asociado a la evolución) le otorga ventaja a los hombres para las actividades que requieren del pensamiento analítico relacionado con el procesamiento de este tipo de información, caso de los controladores aéreos, por ejemplo. También demostraron superioridad para interceptar proyectiles o dirigirlos hacia el blanco.


En el caso de la interpretación de mapas, se comprobó que el hombre es más veloz debido, precisamente, a su habilidad visuoespacial. Las mujeres tienden a utilizar los dos hemisferios cerebrales ante tareas complejas.

Este patrón de actividad explicaría por qué tienen una visión más abarcativa de una situación determinada, y los hombres, una visión más focalizada. 

Si nos concentramos en el análisis de la configuración neuronal, podemos inferir que la mujer contemplará mayor variedad de fundamentos a la hora de analizar alternativas porque está dotada biológicamente para incorporar mayor cantidad de “insumos” (datos, experiencias, información).

Por ejemplo, ante una expresión sencilla: “este objeto es un lápiz de color rojo”, el hombre asume rápidamente que es de color rojo, no azul, y que sirve para escribir. La mujer puede pensar: “es de color rojo, no azul, sirve para escribir… mejor que sea rojo, que es el color preferido de los chinos y con ellos tenemos la reunión el martes. Además, es un color agresivo mientras que el azul es frío, sí, debería hablar con el arquitecto para que modifique la decoración del salón, hay demasiado azul en los tapizados”. 

Las zonas cerebrales relacionadas con el impulso sexual son 2,5 veces mayores en el cerebro masculino. Esta diferencia morfológica, en términos de los especialistas, explica porqué los pensamientos sexuales están más activos en el cerebro masculino que en el femenino. Se calcula que la diferencia puede ser de 4 a 1 en un día y ello influye en la percepción, consecuentemente, en la construcción de la realidad.

Las zonas cerebrales relacionadas con la agresión son mayores en el cerebro masculino,  diferencia que, sumada a las influencias culturales, puede explicar por qué razón son más comunes las peleas a nivel corporal entre hombres, que suelen resolver sus conflictos de ese modo, y por qué los líderes masculinos se manejan con más comodidad cuando las luchas competitivas entre empresas son feroces.

La mujer nace especialmente dotada para el desarrollo de habilidades sociales y de comunicación. La facilidad de la mujer para comunicarse se revela en los primeros tres meses de vida.  

En los varones, las zonas cerebrales relacionadas con esta habilidad, como así también las que se ocupan de captar las expresiones en los rostros y percibir tonos emocionales en las voces no se desarrolla en forma tan temprana. Asimismo, la abundancia de testosterona durante el desarrollo puede explicar por qué quedan afectados algunos neurocircuitos relacionados con las habilidades para desarrollar relaciones sociales.

Algunos científicos atribuyen a las diferencias cerebrales el hecho de que el estilo de comunicación e interacción del hombre sea tan diferente al de la mujer.