Ser creativo no es un tema que sólo le pertenece a algunas personas, la creatividad es un potente don que todos los seres humanos ya tenemos. Desarrollarlo es nuestro trabajo. Podrías sorprenderte de todo aquello que puedes lograr si te entrenas para despertar tu genialidad.
Los avances de las neurociencias son nuestros mejores aliados. La comprensión de los circuitos cerebrales que intervienen en la producción creativa y los que se le interponen, son fundamentales para ayudarnos a desarrollar nuestras capacidades.
Los programas de capacitación diseñados para el desarrollo de la creatividad mejoran otras funciones cerebrales como las vinculadas con la toma de decisiones, pues contribuyen a solucionar problemas, a elegir más rápido y mejor entre varias alternativas, además de potenciar el desarrollo de la imaginación.
Dado que la inteligencia creativa encuentra su mejor caldo de cultivo cuando se desarrolla a partir del pensamiento relajado, desenfocado, de tipo contemplativo, es muy importante que se estimule. Este proceso tiene su correlato en la capacidad del cerebro para que una activación neuronal se extienda y configure una red de relaciones a un nivel de intensidad que produce pensamientos conscientemente difusos.
Fundamentos
Algunos experimentos científicos demuestran que la creatividad está asociada con un estado neuronal de poca definición. Uno de ellos es el de Colin Martindale, quien realizó el seguimiento de la excitación cortical mediante un electroencefalograma que le permitía registrar el tipo de actividad en el cerebro de los participantes.
Un aspecto del experimento consistió en llevar un registro de los datos de activación cerebral de personas que participaban en dos tipos de tests: uno de inteligencia (diseñado para que aplicaran el pensamiento analítico) y otro de creatividad (diseñado para que utilizaran la imaginación).
Los participantes fueron divididos en dos grupos, uno de ellos estaba integrado por personas que generalmente se mostraban creativas y el otro por individuos que no mostraban esta característica. Se observó un aumento cortical igual en los dos grupos cuando llevaban a cabo el test de inteligencia, tomando como referencia un perfil relajado.
Cuando trabajaban en el test de creatividad, el electroencefalograma de los no creativos era el mismo que en el test denominado “de inteligencia”, sin embargo, el nivel de excitación de las personas creativas era inferior, incluso, que la puntuación de su perfil relajado.
En un estudio posterior, Martindale dividió la tarea creativa en dos etapas. En la primera, que denominó de inspiración y se basaría en la intuición, los participantes debían inventar una historia. En la segunda, que requería un trabajo más consciente para elaborar y organizar coherentemente los argumentos, debían escribirla.
Los sujetos que habían sido incluidos en el grupo de los no creativos mostraron el mismo nivel (alto) de excitación en ambas etapas, mientras que los creativos mostraron una excitación baja durante la etapa de intuición y alta durante la de elaboración. Estos resultados, sumados a los de otros experimentos científicos que hemos consultado, demuestran lo siguiente:
Las etapas que atraviesa el proceso creativo tienen su correlato en el funcionamiento fisiológico del cerebro.
Durante la etapa inicial (fase de preparación), se utiliza el pensamiento consciente al reunir información a través de la atención focalizada. Aquí el cerebro actúa como si los grupos neuronales estuvieran bien definidos. Si el problema es sencillo de resolver, esta configuración neuronal puede ser suficiente para hallar rápidamente la solución. Si no lo es, la mente ingresa en un camino más intrincado.
Como el pensamiento analítico, consciente, no tiene capacidad para extenderse con gran amplitud y profundidad, esta tarea es realizada por el metaconsciente que, al activar diversas asociaciones neuronales, interviene eficazmente en la búsqueda de las soluciones creativas. Precisamente, en la fase de incubación, el pensamiento se relaja y eso permite que diferentes redes neuronales se disparen a la vez.
Es por esta razón que cuando dejamos de buscar una solución y ponemos la mente en otra parte, el problema se ubica en algún lugar del cerebro para que este continúe trabajando hasta que la respuesta aparezca cuando menos lo esperamos.
A su vez, durante la etapa de incubación, el cerebro se toma su tiempo para que los conceptos erróneos sean reemplazados por otros, es decir, para que un problema pueda ser conceptualizado y resuelto desde otro punto de vista.
Claxton explica con mucha claridad cómo se produce este proceso: “Imaginemos que la actividad en la red neuronal fluye por un canal y llega a un punto de decisión, un cruce de caminos. ¿Por dónde debe seguir? Bajo circunstancias normales, puede admitirse que toda actividad debe seguir la ruta mejor establecida. Si uno de los ramales del cruce está más profundamente marcado y/o está más alimentado que el otro, entonces ese será el preferido”.
El gráfico muestra cómo un cambio en el punto de entrada puede solucionar un problema para el que previamente no se hallaban ideas.
La activación sigue el trazo más grueso en cada cruce.
Si el punto de partida del pensamiento sobre un problema concreto se encuentra en el punto “A”, y la solución puede hallarse en el punto “!”, al seguir el grosor de las líneas se observa que la naturaleza de este tramo de red es tal que es imposible ir desde “A” hacia “!”, ya que daríamos vueltas en torno al mismo círculo.
En cambio, si un grupo neuronal activa un enlace entre redes desconectadas, es posible que esta activación sea suficiente para hacer que la solución llegue repentinamente a la conciencia.
Cuando abandonamos el pensamiento consciente (dejamos de concentrarnos deliberadamente en un problema) permitimos que nuestro meta consciente recorra todas las asociaciones.
Podemos descubrir que hemos dejado de pensar en “A” y que estamos pensando en “B”. Así es como la solución, que en un primer momento no encontrábamos, aparece de repente. Este es el instante de iluminación.
Ser creativo no es un tema que sólo le pertenece a algunas personas, la creatividad es un potente don que todos los seres humanos ya tenemos. Desarrollarlo es nuestro trabajo. Podrías sorprenderte de todo aquello que puedes lograr si te entrenas para despertar tu genialidad.
Los avances de las neurociencias son nuestros mejores aliados. La comprensión de los circuitos cerebrales que intervienen en la producción creativa y los que se le interponen, son fundamentales para ayudarnos a desarrollar nuestras capacidades.
Los programas de capacitación diseñados para el desarrollo de la creatividad mejoran otras funciones cerebrales como las vinculadas con la toma de decisiones, pues contribuyen a solucionar problemas, a elegir más rápido y mejor entre varias alternativas, además de potenciar el desarrollo de la imaginación.
Dado que la inteligencia creativa encuentra su mejor caldo de cultivo cuando se desarrolla a partir del pensamiento relajado, desenfocado, de tipo contemplativo, es muy importante que se estimule. Este proceso tiene su correlato en la capacidad del cerebro para que una activación neuronal se extienda y configure una red de relaciones a un nivel de intensidad que produce pensamientos conscientemente difusos.
Fundamentos
Algunos experimentos científicos demuestran que la creatividad está asociada con un estado neuronal de poca definición. Uno de ellos es el de Colin Martindale, quien realizó el seguimiento de la excitación cortical mediante un electroencefalograma que le permitía registrar el tipo de actividad en el cerebro de los participantes.
Un aspecto del experimento consistió en llevar un registro de los datos de activación cerebral de personas que participaban en dos tipos de tests: uno de inteligencia (diseñado para que aplicaran el pensamiento analítico) y otro de creatividad (diseñado para que utilizaran la imaginación).
Los participantes fueron divididos en dos grupos, uno de ellos estaba integrado por personas que generalmente se mostraban creativas y el otro por individuos que no mostraban esta característica. Se observó un aumento cortical igual en los dos grupos cuando llevaban a cabo el test de inteligencia, tomando como referencia un perfil relajado.
Cuando trabajaban en el test de creatividad, el electroencefalograma de los no creativos era el mismo que en el test denominado “de inteligencia”, sin embargo, el nivel de excitación de las personas creativas era inferior, incluso, que la puntuación de su perfil relajado.
En un estudio posterior, Martindale dividió la tarea creativa en dos etapas. En la primera, que denominó de inspiración y se basaría en la intuición, los participantes debían inventar una historia. En la segunda, que requería un trabajo más consciente para elaborar y organizar coherentemente los argumentos, debían escribirla.
Los sujetos que habían sido incluidos en el grupo de los no creativos mostraron el mismo nivel (alto) de excitación en ambas etapas, mientras que los creativos mostraron una excitación baja durante la etapa de intuición y alta durante la de elaboración. Estos resultados, sumados a los de otros experimentos científicos que hemos consultado, demuestran lo siguiente:
Las etapas que atraviesa el proceso creativo tienen su correlato en el funcionamiento fisiológico del cerebro.
Durante la etapa inicial (fase de preparación), se utiliza el pensamiento consciente al reunir información a través de la atención focalizada. Aquí el cerebro actúa como si los grupos neuronales estuvieran bien definidos. Si el problema es sencillo de resolver, esta configuración neuronal puede ser suficiente para hallar rápidamente la solución. Si no lo es, la mente ingresa en un camino más intrincado.
Como el pensamiento analítico, consciente, no tiene capacidad para extenderse con gran amplitud y profundidad, esta tarea es realizada por el metaconsciente que, al activar diversas asociaciones neuronales, interviene eficazmente en la búsqueda de las soluciones creativas. Precisamente, en la fase de incubación, el pensamiento se relaja y eso permite que diferentes redes neuronales se disparen a la vez.
Es por esta razón que cuando dejamos de buscar una solución y ponemos la mente en otra parte, el problema se ubica en algún lugar del cerebro para que este continúe trabajando hasta que la respuesta aparezca cuando menos lo esperamos.
A su vez, durante la etapa de incubación, el cerebro se toma su tiempo para que los conceptos erróneos sean reemplazados por otros, es decir, para que un problema pueda ser conceptualizado y resuelto desde otro punto de vista.
Claxton explica con mucha claridad cómo se produce este proceso: “Imaginemos que la actividad en la red neuronal fluye por un canal y llega a un punto de decisión, un cruce de caminos. ¿Por dónde debe seguir? Bajo circunstancias normales, puede admitirse que toda actividad debe seguir la ruta mejor establecida. Si uno de los ramales del cruce está más profundamente marcado y/o está más alimentado que el otro, entonces ese será el preferido”.
El gráfico muestra cómo un cambio en el punto de entrada puede solucionar un problema para el que previamente no se hallaban ideas.
La activación sigue el trazo más grueso en cada cruce.
Si el punto de partida del pensamiento sobre un problema concreto se encuentra en el punto “A”, y la solución puede hallarse en el punto “!”, al seguir el grosor de las líneas se observa que la naturaleza de este tramo de red es tal que es imposible ir desde “A” hacia “!”, ya que daríamos vueltas en torno al mismo círculo.
En cambio, si un grupo neuronal activa un enlace entre redes desconectadas, es posible que esta activación sea suficiente para hacer que la solución llegue repentinamente a la conciencia.
Cuando abandonamos el pensamiento consciente (dejamos de concentrarnos deliberadamente en un problema) permitimos que nuestro meta consciente recorra todas las asociaciones.
Podemos descubrir que hemos dejado de pensar en “A” y que estamos pensando en “B”. Así es como la solución, que en un primer momento no encontrábamos, aparece de repente. Este es el instante de iluminación.