Todo proceso de enseñanza-aprendizaje es, sustancialmente, un proceso integrado de comunicaciones, por esa razón, entre los campos más activos de las disciplinas involucradas: la neuroeducación y el neuroaprendizaje, se estudian los mecanismos cerebrales de educadores y aprendientes con el objetivo de hacer más efectivas tanto las estrategias de transmisión de conocimientos como el feed back asociado a ellas.
Existe un conjunto de elementos importantes que deben ser trabajados exhaustivamente, como el significado de cada mensaje, el medio (internet, presentaciones orales, encuentros cara a cara), el modo que se elige para comunicarlo, el tono de voz, los modales, los movimientos, las posturas y las formas, entre muchos otros.
Tomemos un ejemplo que, si bien procede de otra disciplina, es altamente aplicable en neuroeducación: al analizar un conjunto de comerciales, un equipo de investigación dirigido por Rossiter demostró que las escenas que provocaron mayor impacto y se recordaron mejor fueron las que activaron el polo frontal izquierdo del cerebro, relacionado con pensamientos y emociones positivas.
La aplicación de esta investigación en neuroeducación es fundamental, no sólo porque lo emocional es un componente sine qua non del aprendizaje, sino también porque un educador entrenado deberá llegar a las mismas zonas neuronales con su estrategia.
Otro estudio, realizado por Peter Kenning, detectó la activación del núcleo accumbens, el cíngulo posterior, la corteza prefrontal medial, la corteza visual y el gyrus fusiforme frente a la presentación de imágenes consideradas atractivas. Estas activaciones tuvieron su correlato en un mejor nivel de atención y recordación.
La aplicación de esta investigación para la neuroeducación es también extraordinaria, dado que la argumentación, la forma de presentar los contenidos, el tono de voz y el ámbito en el que se desarrolle el encuentro o la clase son elementos cruciales para generar atención y concentración, dos insumos imprescindibles en todo proceso de aprendizaje.
Esto nos hace concluir que cuanto más atractivo sea el mensaje, cuantas más sonrisas despierte un expositor, cuanto más placentero sea el ambiente en el que se estudia y aprende, mejores serán los resultados.
Esto último se relaciona con otras investigaciones que revelaron que trabajar con eventos vivenciales, por ejemplo, que los alumnos escuchen una melodía, saboreen una bebida o una fruta seca mientras registran detenidamente lo que van experimentando en una clase sobre los sentidos, es mucho más efectivo que realizar una presentación en ppt en la que se describa el funcionamiento del gusto y el olfato.
Es imprescindible que todo proceso de enseñanza-aprendizaje incluya un análisis ambiental que favorezca la motivación , el desarrollo de la imaginación y la creatividad de los participantes: educadores y aprendientes.
Todo proceso de enseñanza-aprendizaje es, sustancialmente, un proceso integrado de comunicaciones, por esa razón, entre los campos más activos de las disciplinas involucradas: la neuroeducación y el neuroaprendizaje, se estudian los mecanismos cerebrales de educadores y aprendientes con el objetivo de hacer más efectivas tanto las estrategias de transmisión de conocimientos como el feed back asociado a ellas.
Existe un conjunto de elementos importantes que deben ser trabajados exhaustivamente, como el significado de cada mensaje, el medio (internet, presentaciones orales, encuentros cara a cara), el modo que se elige para comunicarlo, el tono de voz, los modales, los movimientos, las posturas y las formas, entre muchos otros.
Tomemos un ejemplo que, si bien procede de otra disciplina, es altamente aplicable en neuroeducación: al analizar un conjunto de comerciales, un equipo de investigación dirigido por Rossiter demostró que las escenas que provocaron mayor impacto y se recordaron mejor fueron las que activaron el polo frontal izquierdo del cerebro, relacionado con pensamientos y emociones positivas.
La aplicación de esta investigación en neuroeducación es fundamental, no sólo porque lo emocional es un componente sine qua non del aprendizaje, sino también porque un educador entrenado deberá llegar a las mismas zonas neuronales con su estrategia.
Otro estudio, realizado por Peter Kenning, detectó la activación del núcleo accumbens, el cíngulo posterior, la corteza prefrontal medial, la corteza visual y el gyrus fusiforme frente a la presentación de imágenes consideradas atractivas. Estas activaciones tuvieron su correlato en un mejor nivel de atención y recordación.
La aplicación de esta investigación para la neuroeducación es también extraordinaria, dado que la argumentación, la forma de presentar los contenidos, el tono de voz y el ámbito en el que se desarrolle el encuentro o la clase son elementos cruciales para generar atención y concentración, dos insumos imprescindibles en todo proceso de aprendizaje.
Esto nos hace concluir que cuanto más atractivo sea el mensaje, cuantas más sonrisas despierte un expositor, cuanto más placentero sea el ambiente en el que se estudia y aprende, mejores serán los resultados.
Esto último se relaciona con otras investigaciones que revelaron que trabajar con eventos vivenciales, por ejemplo, que los alumnos escuchen una melodía, saboreen una bebida o una fruta seca mientras registran detenidamente lo que van experimentando en una clase sobre los sentidos, es mucho más efectivo que realizar una presentación en ppt en la que se describa el funcionamiento del gusto y el olfato.
Es imprescindible que todo proceso de enseñanza-aprendizaje incluya un análisis ambiental que favorezca la motivación , el desarrollo de la imaginación y la creatividad de los participantes: educadores y aprendientes.